Con motivo de la celebración de su primer año de actividad Ágora 21 ha inaugurado la exposición de “Javier del Río, en su línea” que estará a disposición del público hasta el 10 de diciembre, en horario de 18.00h a 21.00h. Una muestra que agrupa 40 obras entre escultura, dibujos, grabados y pintura, y que deja ver el personalísimo estilo del artista Javier del Río (1952-2004).
Javier del Río
Nació en Gijón en 1952 y a los catorce años ya dibujó sus primeros óleos inspirado en las pinturas de Piccasso y Modigliani. En 1973 aprendió técnicas de grabado en el estudio madrileño de Adolfo Bartolomé. Pasó el invierno de 1975 en Londres donde conoció la obra de Bacon y la de algunos surrealistas. Posteriormente se fue a Italia, dónde permanecerá hasta 1982. Durante este periodo realizó numerosos viajes a España y se matriculó en la Escuela de Bellas Artes de Urbino, ciudad que le impresiona por la luz que desprenden las obras de Piero Della Francesca. También residió en Roma y pasó temporadas en Foggia, Venecia, Florencia y en la isla de Cerdeña. En esta época pinta numerosas obras abstractas y trabaja en el collage, la litografía y la escultura. Cuando regresó a España, en 1982, se instaló en Lué (Colunga) y volvió a reflejar en sus obras el paisaje asturiano profundizando en la figuración. En ese momento conoce a Lupe, con quien se casará en 1988 y con quién tendrá dos hijos.En 1985, tras haber pasado un invierno en Almería, se instala definitivamente en su casa familiar de Gijón donde trabaja desde entonces simultaneando la pintura, la escultura y la obra gráfica.La práctica totalidad de la obra de Javier del Río es figurativa, aunque alejada del realismo, con reminiscencias de Picasso y Julio González en sus piezas en hierro y con un carácter arcaico en sus piezas talladas en piedra arenisca. Precisamente recurre a esta materia en su única obra pública, «El Chato», y con piezas de ese mismo material le presentó Doña Soledad Álvarez en la exposición «Confluencias 2002» que comisarió para la Universidad de Oviedo.
La muerte sorprendió a Javier del Río el 14 de abril de 2004, en compañía de su esposa Lupe y sus hijos Tadeo y Alicia, a quienes cita cuando redacta su currículum, en un gesto que delata la importancia que para el creador gijonés tenía su familia.
Notas del comisario de la exposición Luis Feás Costilla
La exposición que aquí se presenta de este artista entre líneas, de lectura no siempre diáfana y meridiana, le muestra tal como era, en su línea. Como un artista diverso, esencialmente, pero también como un pintor y dibujante de ideas claras y precisas. Se muestran tanto dibujos y pinturas como grabados y esculturas, con el fin de resaltar las diversas disciplinas en las que se movió, pero uniéndolas por lo que era su denominador común, el uso de esa línea estructurante y definidora, perfecta trascripción de mundos personales y únicos.
El homenaje es explícito, emotivo y sincero. A pesar de su renombre, Javier del Río nunca había expuesto en Oviedo y, gracias a la ayuda de su familia, se ha podido reunir por primera vez un conjunto que, por la condición de las técnicas escogidas, la amplitud de su espectro cronológico y el hecho de que hasta ahora permaneciera en su mayor parte inédito, puede calificarse de íntimo. El olvido es la peor mancha o tacha que puede caer sobre un gran pintor y eso justifica en cierta medida que se haya revuelto entre sus papeles, depósitos y archivos fotográficos, a fin de rescatar, en la medida en que era necesario, a uno de los mejores artistas asturianos de su generación.